Una exposición en el CCCB explora las conexiones y divergencias entre Barcelona, Valencia y Palma

Tan próximas, tan lejanas

Barcelona-Valencia-Palma

La Vanguardia TERESA SESÉ  – Barcelona

La exposición retrata ciudades similares en la destrucción del paisaje, el mal gusto o la corrupción

La propuesta, a priori, tenía su morbo. Tres  ciudades acostumbradas a mirarse de reojo, Barcelona, Valencia y Palma, puestas una al lado de la otra bajo el foco de una exposición que rastrea similitudes y divergencias, puntos de encuentro y posturas irreconciliables. ¿Una competición con lo mejor de cada casa? ¿Tàpies, Alfaro y Barceló? ¿O acaso la cosa va de moderna puesta en escena de los fantasmas y obsesiones que despierta el discurso de los PaïsosCatalans? Ni lo uno, ni lo otro. A través de múltiples recovecos, la exposición inaugurada ayer en el va esbozando los retratos de las ciudades, tan lejanas y, ay, tan parecidas en aspectos como la destrucción del paisaje, la carrera por la espectacularidad, el mal gusto o la corrupción.

Y es aquí, en el córner desde donde el artista Daniel G. Andújar se pregunta por esa “oligarquía cleptómana” que forma parte de nuestra cotidianidad, donde se encuentra la estrella de la muestra: se trata de una maqueta del mini Palau que Fèlix Millet se hizo construir en l´Ametlla del Vallès. Andújar, uno de los artistas que formó parte del pabellón catalán en la Bienal de Venecia, lo ha reproducido a partir del auditorio real que cualquiera puede ver a través de Google Earth. La única licencia que se ha permitido es la decoración de las paredes con motivos del Palau de la Música, mientras que el terreno de la finca lo ha forrado con billetes de 500 euros. La maqueta es la respuesta a una pregunta del artista: “¿Todo esto para qué? ¿Cuáles son sus objetos de deseo?” Más respuestas en las paredes: la escobilla de baño de Matas valorada en más de 300 euros, el reloj de Costa de 20.000 o la caja fuerte de Munar con capacidad para custodiar 82 millones de euros.

La exposición ha sido concebida, a seis manos, por un artista catalán, Ignasi Aballí; un periodista valenciano, Vicent Sanchis, y un escritor mallorquín, Melcior Comes. Llega 30 años tarde, en opinión de Eduard Voltas, secretario de Cultura de la Generalitat, coproductora de la muestra, que Sanchis no sabe si calificar de “infamia” o “milagro”. “Es más fácil rastrear las relaciones entre Barcelona y Nueva York que entre Barcelona y Valencia”, dice. No le debe faltar razón. La muestra no ha encontrado en la capital del Turia ninguna sala interesada, y la invitación a la inauguración remitida a su alcaldesa, Rita Barberà, ha tenido la callada por respuesta. No así en Palma, adonde viajará a finales de año.

Una pena, porque se trata de una exposición divertida, con muchas rutas alternativas, saludable distancia irónica y una puesta en escena (se ve la mano de Aballí) sembrada de sorpresas ya desde la misma imagen que recibe al visitante: una foto triangular de Google Earth con las tres ciudades separadas por el mismo mar que las une. Revela el impacto que tendrá el cambio climático sobre la morfología de las ciudades en el 2085 si no se pone remedio, o su radiografía lingüística (¡imprescindibles los vídeos donde habitantes de las tres ciudades hablan del tema!). Se detiene en la quimera común por ser foco de atracción de grandes acontecimientos a través de proyectos construidos y otros felizmente descabezados. En la ciudad fea que no se quiere mostrar (Manolo Laguillo ha realizado una serie de panorámicas del back skyline)y en la de los horrores (un mosaico interactivo con fotos enviadas por el público); vídeos realizados por usuarios del bus turístico… Y la cultura del placer: sexo, drogas, ocio… y fútbol. Una multipantalla proyecta fragmentos de partidos que enfrentaron a las tres capitales buscando la reacción del público. Las más bajas pasiones, aquí sí, en estado puro.

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