La moral de los algoritmos entra en el Museo Reina Sofía con Daniel G. Andújar

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Sábado 17 de Enero 2015

Javier Montes ABC Cultural

BELÉN DÍAZ Daniel G. Andujar ante una de sus instalaciones en el Museo Reina Sofía

Daniel G. Andújar fue de los pioneros del «net-art» en España. Con la fe del converso, pero sin perder el rigor, su trabajo alerta hoy sobre el avance de las nuevas tecnologías. El Museo Reina Sofía analiza sus conclusiones de todos estos años

 

Es curioso: lo más reciente pasa sin transición a ser lo más obsoleto, en materia de tecnología. Y pronto, en realidad, puede que todo sea materia de tecnología: esa es una de las advertencias implícitas en el trabajo de Daniel García Andújar.

Allá por la Prehistoria, más o menos a mediados de los años noventa,fue uno de los primeros en explorar lo que se llamaba net-art: una nueva modalidad que nacía casi al tiempo que el nuevo vehículo. Muy pronto fue evidente que era sólo un primer paso de una exploración que necesitaba profundizar mucho más. En realidad, una de las piezas que Andújar muestra ahora en el Museo Reina Sofía, con pantallazos de aquellos primeros «clásicos» enmarcados en molduras doradas, ya apunta en esa dirección con la ironía que lo caracteriza.

Y, sin duda, desde entonces ha seguido explorando con su trabajo en lasdimensiones políticas, filosóficas y hasta biológicas que comporta esa revolución tecnológica y que sólo empezamos a adivinar oscuramente. El trabajo de Andújar ha ido hacia adentro. Nos anima a no conformarnos con la facilidad de uso de las interfaces que consultamos a diario, a no adormilarnos en la comodidad de una tecnología que se presenta como «natural» pero que obedece a códigos y formas pensados por otros y que pueden convertirse en sutiles instrumentos de control.

Cueva de «hackers»

El recorrido por las salas del Museo Reina Sofía en Madrid es en cierto modo un recorrido desde la superficie hasta las profundidades de esas tecnologías, en un intento de hacer visible y palpable lo que a menudo pasa desapercibido. Así, de la sala donde se propone un remedo de presentación comercial de un sistema operativo (con su empaquetado rutilante, sus eslóganes atractivos, su invitación al uso «intuitivo» y la aceptación sin preguntas del producto que se nos ofrece) pasamos a una especie de «cueva» de hackers donde se muestran las tripas del proceso y se ofrece la oportunidad de deconstruirlo e intervenir en él.

El lenguaje digital puede ser, como todos los lenguajes, un instrumento de control o de emancipación. Una pieza nueva, Glosario, nos recuerda que nada es casual en los entornos digitales, y que, parafraseando a Godard, un algoritmo puede también ser una cuestión moral: un motor de búsqueda aparentemente neutral, casi «natural», como es Google, condiciona en realidad nuestra percepción de la realidad y hasta nuestro modo de pensar. Medio y mensaje se mezclan en ellas de forma aparentemente inofensiva, y quizá el trabajo de Andújar sea un intento de restablecer las diferencias entre uno y otro.

Y eso que, en realidad, la revolución virtual no ha hecho más que empezar: estamos ante los primeros balbuceos de la impresión en 3D y la reproducción técnica de estructuras biológicas, y la instalación Golpead a los blancos con la cuña roja (título que toma prestado de una obra de El Lissitzky) nos recuerda cómo muy pronto, descargando las instrucciones en un ordenador conectado a una impresora casera, cualquiera podría fabricarse en casa su propia arma de fuego o, por qué no, crear sus propias formas de vida en un futuro no muy lejano: posibilidades vertiginosas de una tecnología que avanza velocísima e impone su propia lógica a nuestros sistemas políticos, dejando obsoletas legislaciones y códigos de conducta que siempre van un paso por detrás. En ese sentido, la obra de Andújar es una llamada a la reflexión y a la recuperación de una visión de conjunto cada vez más difícil de enfocar.

Qué puede decirse en la sociedad global

Impresiona ver cómo en estos veinte años ha afrontado con lucidez casi profética problemas que atañen directamente a nuestras sociedades: La cultura del ladrillo y Objeto de deseo ponen al descubierto los mecanismos perversos del conglomerado político-inmobiliario que han llevado a España al borde del abismo. YDirigentes muestra cómo la sátira sangrante de grandes mandatarios políticos y líderes morales y religiosos es posible siempre y cuando se produzca en determinados contextos publicitarios: a los pocos días del ataque salvaje a la redacción de Charlie Hebdo, resulta escalofriante y anima a preguntarse quién determina realmente qué puede decirse en la nueva sociedad global de comunicación virtual.

En ese movimiento «de fuera adentro», mental y físico, que caracteriza su trabajo, la exposición cierra el recorrido con una gran sala en la que varios proyectos se dedican a la figura de Picasso y el Guernica,en diálogo simbólico (y también irónico) con el plato fuerte del museo, que queda a unos cientos de metros más allá. Son trabajos que reflexionan sobre las diferentes capas de metáforas y capital simbólico que se han sedimentado a lo largo de los años en torno al famosoPabellón de la República de la expo del 37 en París: un proyecto que se ha vuelto legendario con el tiempo pero que en su momento quedó a la sombra de los pabellones ciclópeos y enfrentados de la Alemania fascista y la Rusia soviética.

El Guernica fue entonces también el plato fuerte, y Andújar se asoma a la obra (y al autor) como ejercicio de propaganda, como tesoro incalculable que necesita ser custodiado, como pieza de resistencia política, como testimonio de una leyenda: de nuevo, un ejercicio de disección y análisis de los mensajes intrincados y los lenguajes contradictorios que se concentran en una imagen que de puro vista puede resultar invisible.

En general, la obra de Andújar es una propuesta para desmontar esa invisibilidad de lo que vemos a diario. Su trabajo sirve como eso que en inglés se llama un wake up call: un timbrazo que nos despierta del dulce sopor que emanan las innumerables pantallas a las que nos asomamos a diario. Nos anima a atravesar esos falsos espejos y a tratar de recuperar el control de las emisiones antes de que sea tarde. Y muy pronto será ya muy tarde, al ritmo al que va esa tecnología en la que no sumergimos a diario.

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